4 de mayo de 2018
La contaminación de los suelos afecta a la comida que comemos, el agua que bebemos, el aire que respiramos, y la salud de nuestros ecosistemas.
El potencial de los suelos para hacer frente a la contaminación es limitado, por lo que la prevención de la contaminación de los suelos debería ser una prioridad en todo el mundo.
Las aportaciones de los suelos van más allá de la producción de alimentos: ¿Sabías que la mayoría de los antibióticos conocidos, incluida la penicilina, se originaron a partir de microorganismos del suelo?
Además los alimentos nutritivos y de buena calidad solo pueden producirse si nuestros suelos se mantienen sanos.
No lo dudes, hemos de empezar a preocuparnos por proteger nuestros suelos, y no escatimar en la prevención de la contaminación de los suelos.
Del 2 al 4 de Mayo de 2018 se ha realizado en Roma el “Simposio Mundial sobre la Contaminación del Suelo” en la sede de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), como una plataforma común para debatir y desarrollar la información más reciente sobre el estado, las tendencias y las acciones (tanto científicas como políticas) sobre la contaminación del suelo y sus peligrosas consecuencias para la salud humana, la seguridad alimentaria y el medio ambiente.
El simposio es el primer paso para aplicar las Directrices Voluntarias para la Gestión Sostenible del Suelo en términos de prevención y reducción de sustancias nocivas en el suelo como forma de mantener los suelos sanos y la seguridad alimentaria de acuerdo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Los resultados del simposio deberían proporcionar evidencias científicas para apoyar acciones y decisiones con el fin de prevenir y reducir la contaminación del suelo mejorando así la inocuidad alimentaria y la nutrición, y los servicios ecosistémicos, y promover remedios para los sitios contaminados.
El suelo no es un recurso infinito, y esto significa que su pérdida y degradación, no es recuperable en el transcurso de una vida humana. Los suelos influyen en los alimentos que comemos, al agua que bebemos, al aire que respiramos, a nuestra salud y la de todos los organismos del planeta. Sin suelos sanos no se pueden producir nuestros alimentos, ya que actualmente el 95% de nuestros alimentos se producen directa o indirectamente en los suelos.
Disponer de suelos sanos es clave para la seguridad alimentaria y para un futuro sostenible, ya que ayudan a mantener la producción de alimentos, a mitigar y adaptarse al cambio climático, filtrar el agua, mejorar la resiliencia ante inundaciones y sequías y mucho más. Sin embargo, una amenaza que no vemos ni percibimos está poniendo en peligro los suelos, todo lo que nos ofrecen y nuestra salud y la de futuras generaciones.
La contaminación del suelo genera una reacción en cadena, alterando la biodiversidad del suelo, reduciendo la materia orgánica que contiene y su capacidad para actuar como filtro, contaminando el agua almacenada en el suelo y el agua subterránea, provocando un desequilibrio de sus nutrientes. Entre los contaminantes del suelo destacan como los más comunes los metales pesados, los contaminantes orgánicos persistentes, los contaminantes emergentes, los productos farmacéuticos y los destinados al cuidado personal.
La contaminación del suelo tiene una acción devastadora para el medio ambiente y todas las formas de vida. Las prácticas agrícolas no sostenibles reducen la materia orgánica del suelo y facilitan la transferencia de contaminantes a la cadena alimentaria.
Un suelo contaminado puede liberar contaminantes en las aguas subterráneas que luego se acumulan en los tejidos de las plantas y pasan a los animales que pastan, a las aves, animales o los humanos que nos alimentamos de esas plantas contaminadas, o de esos animales que se han visto afectados. Los contaminantes en el suelo, aguas subterráneas y en la cadena alimentaria pueden causar diversas enfermedades y una excesiva mortalidad en la población, desde efectos agudos a corto plazo –como intoxicaciones o diarrea–, hasta otros crónicos a largo plazo, como el cáncer.
Además del impacto en el medio ambiente, la contaminación del suelo tiene también un elevado coste económico, dada la reducción de los rendimientos y su efecto en la calidad de los cultivos.
El hecho de que la gran mayoría de los contaminantes sean resultado de la acción humana significa que somos directamente responsables de realizar los cambios necesarios para garantizar un futuro con menos contaminación y más seguro.
La prevención de la contaminación debería ser una prioridad ya mismo en todo el mundo.
La contaminación del suelo normalmente no puede percibirse ni evaluarse directamente, lo que lo convierte en un peligro oculto, con graves consecuencias para nosotros y los ecosistemas.
Como ya hemos comentado, la contaminación del suelo afecta a la seguridad alimentaria, al dificultar el metabolismo de las plantas y al reducir los rendimientos agrícolas, haciendo además que los cultivos sean nocivos para el consumo. Los contaminantes dañan también de forma directa a los organismos que viven en el suelo y ayudan a hacerlo más fértil.
Un suelo contaminado con elementos peligrosos, como por ejemplo, arsénico, plomo y cadmio, mercurio…, productos químicos orgánicos como BPC (bifenilos policlorados) y HAP (hidrocarburos aromáticos policíclicos) o productos farmacéuticos, como antibióticos o disruptores endocrinos, tiene consecuencias muy graves para la salud humana.
Está comprobado que la mayor parte de la contaminación del suelo se debe a actividades humanas, ya sea por la liberación de forma accidental o intencionalmente.
Entre estas acciones contaminantes destacan las actividades industriales como la minería, la fundición y la fabricación, la generación de desechos domésticos, ganaderos y urbanos o la mala gestión de las aguas residuales, lixiviación de vertederos, las prácticas agrícolas con uso de plaguicidas, herbicidas o fertilizantes, riego con aguas no tratadas o aplicación de tierras de lodos de aguas residuales, la descomposición o liberación en el medio ambiente de productos derivados del petróleo o gases generados por el transporte u otra actividades, o los llamados “contaminantes emergentes”, entre los que se incluyen los productos farmacéuticos, disruptores endocrinos, las hormonas, toxinas y contaminantes biológicos, como microcontaminantes en suelos, que incluyen bacterias y virus, o la la denominada “basura electrónica” de viejos aparatos que ya no sirven, y los plásticos usados hoy en casi todas las actividades humanas. La contaminación del suelo también resulta de la deposición atmosférica de fundición, transporte, incompleta combustión de muchas sustancias, así como la deposición de radionucleidos, ya sea por pruebas de armas o accidentes nucleares.
A demás, no hay que olvidar que según estudios de la FAO existen aproximadamente 110 millones de minas y otros tipos de explosivos sin estallar continúan dispersas en 64 países en todos los continentes, que son remanentes bélicos que pueden tener consecuencias fatales para los agricultores y que pueden liberar metales pesados al estar expuestos a la intemperie.
Razones por las que hemos de empezar a tomar medidas
Los suelos deben ser reconocidos y valorados por su capacidad productiva, así como por su contribución a la seguridad alimentaria y al mantenimiento de servicios ecosistémicos clave.
Estas son algunas de las razones por las que la contaminación del suelo no puede subestimarse:
1. La contaminación del suelo afecta a todos los ámbitos.
Los alimentos que comemos, el agua que bebemos, el aire que respiramos, nuestra salud y la de todos los organismos del planeta dependen de un suelo sano. El contenido de nutrientes de los tejidos de una planta está directamente relacionado con el contenido de nutrientes del suelo y su capacidad para intercambiar nutrientes y agua con las raíces de esa planta.
2. La contaminación del suelo es invisible.
Hoy en día, un tercio de nuestros suelos están moderadamente o muy degradados debido a la erosión, la pérdida de carbono orgánico, la salinización, compactación, acidificación y la contaminación química. Se necesitan aproximadamente 1 000 años para formar 1 cm de capa arable superficial, lo que significa que no podremos producir más suelo en el transcurso de nuestras vidas. El suelo que vemos es todo el que hay disponible. Sin embargo, los suelos se enfrentan aún a más presión debido a la contaminación. La tasa actual de degradación del suelo amenaza la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades más básicas.
3. La contaminación del suelo afecta a su capacidad de filtrado.
Los suelos actúan de filtro y amortiguador para los contaminantes. Pero el potencial del suelo para hacer frente a esta presión es finito. Si se supera la capacidad del suelo para protegernos, los contaminantes se filtrarán (y se filtran) a otros elementos del entorno, como nuestra cadena alimentaria.
4. La contaminación del suelo afecta a la seguridad alimentaria al reducir el rendimiento y la calidad de los cultivos.
Unos alimentos inocuos, nutritivos y de buena calidad solo pueden producirse si nuestros suelos se mantienen sanos. Si no lo están, no podremos producir suficientes alimentos para poder reducir el “Hambre” en el mundo.
5. La contaminación del suelo puede ser resultado de malas prácticas agrícolas.
Las prácticas agrícolas insostenibles reducen la materia orgánica del suelo, comprometiendo su capacidad para degradar los contaminantes orgánicos. Esto aumenta el riesgo de que los contaminantes se liberen al medio ambiente. En muchos países, la producción agrícola intensiva ha agotado los suelos, poniendo en peligro nuestra capacidad para mantener la producción en estas áreas en el futuro. Por lo tanto, las prácticas de producción agrícola sostenible se han convertido en un imperativo para revertir la tendencia a la degradación del suelo y garantizar la seguridad alimentaria actual y futura a nivel mundial.
6. La contaminación del suelo puede poner en riesgo nuestra salud.
Una parte importante de los antibióticos –utilizados ampliamente en la agricultura y en el ámbito de la salud humana– se liberan en el medio ambiente tras ser excretados del organismo al que se les administró. Estos antibióticos pueden filtrarse en los suelos y propagarse en el ambiente. Esto produce bacterias resistentes a los antimicrobianos, lo que disminuye la eficacia de los antibióticos. Cada año según la FAO, unas 700.000 muertes son atribuibles a bacterias resistentes a los antimicrobianos. Para 2050, si no se ataja el problema, la resistencia a los antimicrobianos matará a más personas que el cáncer y tendrá un coste global mayor que el actual volumen de la economía mundial.
Con la previsión de una población mundial que superará los 9.000 millones en 2050, la seguridad alimentaria actual y futura dependerá claramente de nuestra capacidad para aumentar los rendimientos y la calidad de los alimentos que produzcamos utilizando los suelos que tenemos disponibles en la actualidad. Por lo que su polución nos afecta negativamente a todos, y se ha identificado como una de las principales amenazas para las funciones del suelo en todo el mundo.
Ser conscientes de las causas de la contaminación del suelo, es imprescindible para poder encontrar e implementar soluciones. Nosotros mismos somos los responsables de la protección y conservación del suelo. Elegir alimentos sostenibles, reciclar adecuadamente desechos peligrosos como las baterías, hacer compostaje en casa para reducir la cantidad de desechos que se llevan a los vertederos o manejar los residuos de antibióticos de manera más responsable, son solo algunos ejemplos de cómo podemos ser parte de la solución. En una escala mayor, debemos promover prácticas agrícolas sostenibles en nuestras comunidades.
Un suelo sano es un recurso precioso, no renovable y que se ve cada vez más amenazado por comportamientos humanos destructivos. Somos responsables de los suelos que nos proporcionan alimentos, agua y aire, y tenemos que tomar medidas hoy para asegurar que haya suelos sanos para un futuro sostenible y con seguridad alimentaria.
¡Nosotros hemos de ser la solución a la contaminación del suelo!
Aquí puedes consultar interesantes artículos publicados por la FAO:
Guía de la FAO sobre gestión sostenible del suelo
¿Cómo te podemos ayudar en SIGGO?
En nuestro laboratorio realizamos análisis de suelos para determinar posibles contaminantes o rendimientos. También realizamos análisis de alimentos, analisis de aguas o análsis de lixiviados.
Podemos ayudarte a reducir la contaminación en tus actividades através de estudios de impacto o mejoras en la gestión de tus recursos.
No dudes en consultarnos sin compromiso a través del teléfono 965844586 o el email info@siggo.es, o através de nuestro formulario de contacto.
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