3 de diciembre de 2009
Cuatro largos años lleva Alba Graña clamando en un desierto en el que nadie hace nada por acabar con el "enloquecedor ruido" procedente de una cantera próxima a su casa. Alba no aguanta más y ayer se plantó en el Ayuntamiento de Biar para protestar. Sólo pide una pantalla acústica. Sólo.
Llegó a Biar hace seis años e invirtió los ahorros de toda una vida de trabajo y sacrificio en una casita de campo en plena sierra de Biar. Quería disfrutar de su jubilación junto a su marido, el octogenario suizo Hugo Kupfer, en un entorno de paz, tranquilidad, montañas y pinos. Sin embargo una cantera situada a unos 400 metros de su vivienda y donde una planta de hormigón trabaja las 24 horas del día, de los siete días de la semana, está consiguiendo enloquecerla. Pero ella, que como buena gallega llama a las cosas por su nombre, dice literalmente que "los ruidos la están matando". A ella y a su esposo.
A sus 62 años Alba Graña se ha convertido en una experta en Administración Pública. "A la fuerza ahorcan", matiza. No en vano ha tenido que dirigirse a todas las estancias habidas y por haber para pedir una solución. Sin embargo todo sigue igual cuatro años después de enviar cartas y más cartas y hacer llamadas y más llamadas a Consellerias, Ministerios, Seprona, Guardia Civil, Defensor del Pueblo, Síndic de Greuges y Ayuntamiento de Biar.
Su salud y la de su marido se resienten y ella lo achaca directamente a los niveles de contaminación acústica que vienen soportando. "Estoy en tratamiento médico porque todo esto me ha generado unos ataques de ansiedad, nervios, estrés e insomnio que no puedo más", comentaba ayer en la plaza del Ayuntamiento. Allí acudió con su diáfana pancarta, hecha a mano, "para que todo el pueblo se entere del martirio por el que estamos pasando mientras la alcaldesa no hace nada", denunció girando la cara hacia la Casa Consistorial. Tampoco este diario pudo contactar con la alcaldesa. La popular María Magdalena Martínez estaba demasiado ocupada al mediodía presidiendo una mesa de contratación.
A pesar de que la Conselleria de Industria asegura que la cantera del puerto de Biar lleva una década parada, Alba insiste en denunciar que la explotación sigue siendo utilizada por la empresa que gestiona la planta de hormigón. "No tienen autorización pero se están comiendo la montaña poco a poco. En agosto realizaron dos nuevas voladuras para extraer más piedras y las vibraciones de hace unos días me movieron la casa, y llegaron a tirarme al suelo el reloj de cuco y un cuadro grande que tenía colgado en la pared", relataba mientras agradecía el interés y las muestras de apoyo y solidaridad de vecinos anónimos que cruzaban la plaza del Ayuntamiento en una fría mañana. Algunos la animaban, incluso, a recoger firmas por todo el pueblo.
Alba y Hugo, que ayer no acompañó a su mujer porque está enfermo, sólo quieren que se cumpla la ley y que se obligue a la empresa, que ya el año pasado optó por callar, a colocar un par de pantallas acústicas que pongan freno a unos ruidos que han convertido su pequeño paraíso en un gran infierno. Un alto precio por lograr el preciado silencio.
Fuente: DIARIO INFORMACIÓN Ed. 11/11/2009
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